Veamos, ponemos agua a hervir y seguimos las instrucciones de la bolsa de la coliflor congelada, es decir, echar cuando el agua hierva y mantener unos 20 minutos más o menos. Cuida de no echar demasiada agua, pues como luego hay que escurrirla (se la puedes poner a los perros con pan duro) cuanta menos haya mejor, así se pierden menos vitaminas. ¡Ah! y pon sal sin miedo.
Una vez escurrida la coliflor la apartamos en otro recipiente (el mismo escurridor, vaya) y en la misma cazuela en que hervimos el agua con un chorro de aceite de oliva (el suficiente para casi tapar el fondo de la misma) freímos los dientes de ajo troceados, sin llegar a dorarlos a fuego muy lento.
Mientras se hacen los ajos preparamos la bechamel siguiendo las instrucciones, podemos usar de nuevo la misma cazuela sin pudor a pesar de los ajos, da igual, lo importante es fregar lo menos posible.
Cuando ya esté la bechamel echamos la coliflor, removemos y espolvoreamos el queso por encima. Si queremos impresionar a alguien podemos hacerlo en un cazo de barro o en una fuente de vidrio templado y gratinar al horno para que se dore el queso.
Nota: Se puede hacer lo mismo con macarrones, pero en ese caso echa tomate frito por encima porque sino te quedará soso.
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