En una sartén se fríen los ajos, la panceta (ó torreznos de tocino ó tajadillas de papada) y los chorizos (ambos troceados) y una vez fritos se retiran y se guardan.
En una cacerola se pone a cocer el hígado con toda el agua y una vez cocido se saca y se ralla (ó se pica mucho a mortero ) y se le añade un poco de agua de la cocción hasta conseguir una pasta homogénea. El resto del agua de cocción se guarda.
En el aceite del sofrito primero, se tuesta el pimentón y se le añade la harina, sofriéndola dándole vueltas hasta que se dore y se le añade el hígado y el agua de cocción que había quedado. Se le da vueltas con una cuchara de palo, deshaciendo los grumos, así hasta que el agua poco a poco se embeba, se sazona con sal y se deja hervir suavemente hasta que la harina está tostada y cuaje (el aceite sale por la parte superior).
Antes de finalizar se le añaden los torreznos de panceta o tocino y los chorizos y se les da las ultimas vueltas para que hagan cuerpo y se mezclen.
Se debe comer en la misma sartén usada y muy calientes (colocada la sartén en el suelo sobre algo que la levante unos 40 cm. y sentados a su alrededor), bien mojando pan de pueblo (con los dedos, nunca con tenedor) ó con cuchara sopera de madera. Se aconseja acompañarlas de guindillas picantes ó en su defecto de pepinos en vinagre.
Le va bien el vino tinto manchego en porrón.
Es comida de pastores y gente del campo, de días fríos, frente a la lumbre.
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